Llevaba un tiempo de estar observando y cuestionando nuestros
hábitos de consumo. Pero, una noche en un bus de Transtusa ese cuestionamiento
se convirtió en mi nueva obsesión.
Ese día había estado trabajando en Peralta de Turrialba (Costa
Rica). Un pueblo de aproximadamente quinientos habitantes y que alguna vez,
según don Óscar (líder comunal), hubo más de dos mil.
Sentada en la única pulpería del pueblo, único lugar de encuentro
y único abastecimiento de comida, escuchaba como don Óscar junto a otros
lugareños, hablaban de los “años dorados” de Peralta. Aquella época cuando
existía el ferrocarril, “el pueblo prosperaba”. Ahora, para tener algún
ingreso económico, los peralteños deben irse de su pueblo o buscar algún
trabajo en Turrialba Centro y viajar todos los días.
El ferrocarril cerró, pero ahí quedó el río Reventazón. Fuente de
vida para el poco ganado que queda en las tierras de Peralta, medio de
transporte de muchos y sobretodo, símbolo de esperanza. Es un río, su río. Yo
los entiendo. Es muy difícil expresar lo que significa un río. Es muy difícil explicarle a alguien que no ha vivido alrededor de un río lo que eso
significa para uno. El río nada más debe quedarse ahí, con su agua, con su
vida. ¿Las razones? No son cuantificables. No las puedo medir. Simplemente es
algo que necesitamos.
Se supone que esas cosas no se clausuran como un ferrocarril. Uno
crece pensando que su río es eterno.
Sentada alrededor de seis peralteños, completamente identificada
con su apego hacia el río, escuche a don Óscar decir algo que me impacto
profundamente: “Layla, nosotros sabemos lo que significa esta represa para el
país. Yo sé que Costa Rica necesita esta represa. Por que necesitamos esa
energía. Así que no estamos en desacuerdo con el proyecto. Si tienen que secar
el río, no nos vamos a oponer.”
Horas más tarde, en el bus, llegando a San José, escuchaba las
palabras de don Óscar en mi cabeza, mientras veía el contraste de Curridabat
con Peralta. Mientras veía la calle infestada de vallas publicitarias con
quinientas luces, para que podamos ver publicidad 24 horas. Mientras tanto, me
preguntaba: ¿nosotros necesitamos
esta energía?, ¿para qué? Mientras tanto, allá en Peralta, don Óscar está
usando dos bombillos en su casa, su casa con cocina de leña, en su pueblo sin
vallas publicitarias y que pronto se quedará sin río.
Luego, llegué a mi casa y empecé a lavarme los dientes con un
cepillo que tiene un motor. Gastamos energía de baterías para lavarnos los
dientes. Un movimiento que lo pueden perfectamente hacer nuestras manos, pero
necesitamos un motor, para ese “toque extra”.
Desde entonces, no puedo dejar de pensar en Peralta, en don Óscar,
en un río que se debe secar para que podamos ver vallas publicitarias 24 horas.
Yo sé que la energía hidroeléctrica es una de las energías más limpias, y
posiblemente es la mejor opción para el ambiente. Pero me es inevitable
preguntarme, ¿necesitamos esa energía?
Y es que todo me conduce de nuevo a esas vallas publicitarias en
las calles de Curridabat. Me devuelve a pensar en la forma cerda en que
consumimos. Se ha concentrado la mirada en buscar y mejorar las fuentes de
energías limpias. Pero además debemos pensar que, simplemente consumimos
demasiado.
Tiene que haber un consumo máximo per capita. Consumir no puede
ser ilimitado. No deberíamos consumir solamente por que sí, por que podemos,
por que tenemos el dinero, o tenemos el crédito (la mayoría de los casos).
En este momento estoy llevando un curso sobre hambruna y seguridad
alimentaria, y de nuevo pienso en lo irracional que se ha convertido el consumo
humano. Yo se que, esa “irracionalidad” es algo muy obvio , pero hasta ahora,
me he puesto a pensar seriamente en este
tipo de consumo como la causa de muchos de nuestros males.
“Actualmente 870 millones de personas viven con malnutrición
debido al acceso a la comida”. Durante las clases, escuchando a mi profesora decir
eso, empecé a conectar hechos y llegué a una teoría que llamé “la teoría de la
piña”. La piña es solamente para poner un ejemplo. Y escogí la piña por que es
el ejemplo que conozco.
Entonces a continuación, les presento La teoría de la piña.
Nuestro país es el mayor productor de piña en el mundo. Debemos entonces,
producir piña para todos aquellos consumidores de piña alrededor del mundo, y
además durante todo el año. Esos consumidores, en su mayoría, provienen de
países donde no se cultivan piñas. Ellos cultivan otras frutas, como uvas o
peras, pero no quieren consumir solamente esas frutas, también quieren piña.
Asimismo, productores de piña de San Carlos, Limón y la zona Sur cultivan piña
para … el antojo que tienen de esa frutilla. Hemos convertido estas zonas en
plantaciones de piña. El país(Gobierno, empresa privada, etc) invierte en la
producción de una fruta que se consume afuera. Yo se que ese consumo trae
ingresos al país, pero no entiendo esto: Nuestras
tierras producen algo que no nos comemos y comemos algo que nuestras tierras no
producen. Producimos la mayoría de la piña del mundo, pero le compramos el
arroz a China. No son las manzanas o las uvas, es el arroz. Lo que hace que no
nos muramos de hambre.
La semana pasada la FAO lanzó un comunicado advirtiendo una
posible crisis alimentaria para el 2013. Debido a la escasez de granos (entre
ellos el arroz) se pronostica una alza en el precio, causando una crisis
alimentaria. Como es sabido, la crisis afecta a los más vulnerables (no a las
consumidores de piña de Costa Rica). Si los pronósticos de la FAO se vuelven
una realidad, los más vulnerables de nuestro país pasarán hambre. Para ese
entonces ya va ser muy tarde para empezar a sembrar nuestro propio arroz,
nuestra propia comida.
En síntesis, según “la teoría de la piña”, la producción y consumo
de algo tan básico como los alimentos, esta en manos de corporaciones y personas
que toman decisiones con base en ganancias económicas. El mundo se mueve de esa
forma y el capricho de comprar un producto tiene repercusiones que no
imaginamos, por que no están dentro de nuestra capacidad de conocimiento.
Si usted entendió correctamente la “teoría de la piña” o mejor
dicho, si yo me explique correctamente, usted comprenderá que la piña es
solamente un ejemplo de utilicé para explicar esta idea que es compleja. Por
favor, no crea que mi intención es que dejemos de exportar piña o que si
dejamos de comprar productos importados se solucionará la crisis alimentaria
(mis ideas han sido malinterpretadas muchas veces).
En palabra más sencillas, lo que quiero expresar es que, el
consumo como lo vivimos hoy, tiene repercusiones o consecuencias que cambian dinámicas
económicas, políticas y sociales de todo una región. Cuando alguien se come una piña en Dinamarca, no
tiene idea de lo que su decisión de querer comer piña en lugar de la fruta de temporada de su
país, causó en mi país. Así que, al igual que la piña ¿qué consecuencias habrá
tenido mi antojo de chocolate Lindtt que me estoy comiendo, en Costa de Marfil?
¿Qué consecuencias tiene mi “necesidad” de tener 24 horas de internet para la
energía mundial?
¡No lo se! Ese es el problema, no tenemos la menor idea. No lo
vemos, no lo sabemos, no lo vivimos, entonces es por eso que lo hacemos.
Concluyo preguntándome ¿ese consumo, eso que hacemos por “necesidad”, vale la pena?