lunes, 30 de abril de 2012

Reflexiones cotidianas 1: la culpabilidad inherente


Hace poco tiempo, escuché la frase “yo a usted no me la merezco”. Este comentario me resultó muy extraño y causó muchas interrogantes. ¿Qué hace a alguien decir algo así? Dentro de una serie de posibilidades está sin duda, el hecho de que fueran palabras poco sinceras(muy probable), un autoestima destruido… o una infinidad de razones.

Pasando a segundo plano resolver el misterio de esa persona específica, al hablar con mis allegados y al observar mi alrededor, me di cuenta lo recurrente que se torna esta concepción de merecer o no merecer en nuestra realidad: “Yo me merezco este trabajo”, “¿por qué me pasa a mí? Yo no me merecía eso.”

Si vamos a entrar en esta lógica, ¿quién en realidad se merece lo que tiene o vive?
¿Un violador merece morir en la cárcel por sus crímenes, pero merecía él ser violado a los 5 años?

Sea positivo o negativo, ¿por qué creemos que las situaciones de la vida se rigen bajo un orden de justicia? Creo que este pensamiento tiene un bagaje religioso/patriarcal y lo domina uno de los sentimiento menos funcionales: la culpa.

“La culpa religiosa” es inútil por que no es el resultado de una acción, es un sentimiento que nos castiga mentalmente por hacer algo que creemos que esta mal sin embargo, lo hacemos.  Peor aún, muchas veces, nos culpamos por vivir algo que la causa está totalmente fuera de nuestras manos.

Nos sentimos constantemente culpables por lo que vivimos o hacemos vivir a los demás. Pero ¿qué hacemos con la culpa? Estar consientes de las consecuencias de nuestros actos es muy diferente a sentirnos culpables.

La responsabilidad de asumir las consecuencias de cada acción debería ser el sentimiento que rige nuestras vidas, no un sentimiento inútil que nunca se transforma en hechos.

Vivimos en una sociedad que nos llena de ataduras y no nos deja vivir con una mente libre. Esto hace que resulte sumamente difícil consolidar relaciones humanas genuinas y sanas.

Hay sentimientos, corrientes ideológicas y costumbres que influyen las vivencias y decisiones diarias y no nos damos cuenta que están ahí. Muchas veces creemos que nos hemos desvinculado de estas pero no es así. Liberar nuestra mente debe ser un ejercicio constante y la culpa es uno de los mayores obstáculos.

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