viernes, 26 de octubre de 2012

Reflexiones cotidianas 3: La teoría de la piña


Llevaba un tiempo de estar observando y cuestionando nuestros hábitos de consumo. Pero, una noche en un bus de Transtusa ese cuestionamiento se convirtió en mi nueva obsesión.

Ese día había estado trabajando en Peralta de Turrialba (Costa Rica). Un pueblo de aproximadamente quinientos habitantes y que alguna vez, según don Óscar (líder comunal), hubo más de dos mil.

Sentada en la única pulpería del pueblo, único lugar de encuentro y único abastecimiento de comida, escuchaba como don Óscar junto a otros lugareños, hablaban de los “años dorados” de Peralta. Aquella época cuando existía el ferrocarril, “el pueblo prosperaba”. Ahora, para  tener algún ingreso económico, los peralteños deben irse de su pueblo o buscar algún trabajo en Turrialba Centro y viajar todos los días.

El ferrocarril cerró, pero ahí quedó el río Reventazón. Fuente de vida para el poco ganado que queda en las tierras de Peralta, medio de transporte de muchos y sobretodo, símbolo de esperanza. Es un río, su río. Yo los entiendo. Es muy difícil expresar lo que significa un río. Es muy difícil explicarle a alguien que no ha vivido alrededor de un río lo que eso significa para uno. El río nada más debe quedarse ahí, con su agua, con su vida. ¿Las razones? No son cuantificables. No las puedo medir. Simplemente es algo que necesitamos.

Se supone que esas cosas no se clausuran como un ferrocarril. Uno crece pensando que su río es eterno.

Sentada alrededor de seis peralteños, completamente identificada con su apego hacia el río, escuche a don Óscar decir algo que me impacto profundamente: “Layla, nosotros sabemos lo que significa esta represa para el país. Yo sé que Costa Rica necesita esta represa. Por que necesitamos esa energía. Así que no estamos en desacuerdo con el proyecto. Si tienen que secar el río, no nos vamos a oponer.”

Horas más tarde, en el bus, llegando a San José, escuchaba las palabras de don Óscar en mi cabeza, mientras veía el contraste de Curridabat con Peralta. Mientras veía la calle infestada de vallas publicitarias con quinientas luces, para que podamos ver publicidad 24 horas. Mientras tanto, me preguntaba: ¿nosotros necesitamos esta energía?, ¿para qué? Mientras tanto, allá en Peralta, don Óscar está usando dos bombillos en su casa, su casa con cocina de leña, en su pueblo sin vallas publicitarias y que pronto se quedará sin río.

Luego, llegué a mi casa y empecé a lavarme los dientes con un cepillo que tiene un motor. Gastamos energía de baterías para lavarnos los dientes. Un movimiento que lo pueden perfectamente hacer nuestras manos, pero necesitamos un motor, para ese “toque extra”.

Desde entonces, no puedo dejar de pensar en Peralta, en don Óscar, en un río que se debe secar para que podamos ver vallas publicitarias 24 horas. Yo sé que la energía hidroeléctrica es una de las energías más limpias, y posiblemente es la mejor opción para el ambiente. Pero me es inevitable preguntarme, ¿necesitamos esa energía?

Y es que todo me conduce de nuevo a esas vallas publicitarias en las calles de Curridabat. Me devuelve a pensar en la forma cerda en que consumimos. Se ha concentrado la mirada en buscar y mejorar las fuentes de energías limpias. Pero además debemos pensar que, simplemente consumimos demasiado.

Tiene que haber un consumo máximo per capita. Consumir no puede ser ilimitado. No deberíamos consumir solamente por que sí, por que podemos, por que tenemos el dinero, o tenemos el crédito (la mayoría de los casos).

En este momento estoy llevando un curso sobre hambruna y seguridad alimentaria, y de nuevo pienso en lo irracional que se ha convertido el consumo humano. Yo se que, esa “irracionalidad” es algo muy obvio , pero hasta ahora, me he puesto a pensar  seriamente en este tipo de consumo como la causa de muchos de nuestros males.

“Actualmente 870 millones de personas viven con malnutrición debido al acceso a la comida”. Durante las clases, escuchando a mi profesora decir eso, empecé a conectar hechos y llegué a una teoría que llamé “la teoría de la piña”. La piña es solamente para poner un ejemplo. Y escogí la piña por que es el ejemplo que conozco.

Entonces a continuación, les presento La teoría de la piña. Nuestro país es el mayor productor de piña en el mundo. Debemos entonces, producir piña para todos aquellos consumidores de piña alrededor del mundo, y además durante todo el año. Esos consumidores, en su mayoría, provienen de países donde no se cultivan piñas. Ellos cultivan otras frutas, como uvas o peras, pero no quieren consumir solamente esas frutas, también quieren piña. Asimismo, productores de piña de San Carlos, Limón y la zona Sur cultivan piña para … el antojo que tienen de esa frutilla. Hemos convertido estas zonas en plantaciones de piña. El país(Gobierno, empresa privada, etc) invierte en la producción de una fruta que se consume afuera. Yo se que ese consumo trae ingresos al país, pero no entiendo esto: Nuestras tierras producen algo que no nos comemos y comemos algo que nuestras tierras no producen. Producimos la mayoría de la piña del mundo, pero le compramos el arroz a China. No son las manzanas o las uvas, es el arroz. Lo que hace que no nos muramos de hambre.

La semana pasada la FAO lanzó un comunicado advirtiendo una posible crisis alimentaria para el 2013. Debido a la escasez de granos (entre ellos el arroz) se pronostica una alza en el precio, causando una crisis alimentaria. Como es sabido, la crisis afecta a los más vulnerables (no a las consumidores de piña de Costa Rica). Si los pronósticos de la FAO se vuelven una realidad, los más vulnerables de nuestro país pasarán hambre. Para ese entonces ya va ser muy tarde para empezar a sembrar nuestro propio arroz, nuestra propia comida.

En síntesis, según “la teoría de la piña”, la producción y consumo de algo tan básico como los alimentos, esta en manos de corporaciones y personas que toman decisiones con base en ganancias económicas. El mundo se mueve de esa forma y el capricho de comprar un producto tiene repercusiones que no imaginamos, por que no están dentro de nuestra capacidad de conocimiento.

Si usted entendió correctamente la “teoría de la piña” o mejor dicho, si yo me explique correctamente, usted comprenderá que la piña es solamente un ejemplo de utilicé para explicar esta idea que es compleja. Por favor, no crea que mi intención es que dejemos de exportar piña o que si dejamos de comprar productos importados se solucionará la crisis alimentaria (mis ideas han sido malinterpretadas muchas veces).

En palabra más sencillas, lo que quiero expresar es que, el consumo como lo vivimos hoy, tiene repercusiones o consecuencias que cambian dinámicas económicas, políticas y sociales de todo una región. Cuando alguien se come una piña en Dinamarca, no tiene idea de lo que su decisión de querer comer  piña en lugar de la fruta de temporada de su país, causó en mi país. Así que, al igual que la piña ¿qué consecuencias habrá tenido mi antojo de chocolate Lindtt que me estoy comiendo, en Costa de Marfil? ¿Qué consecuencias tiene mi “necesidad” de tener 24 horas de internet para la energía mundial?

¡No lo se! Ese es el problema, no tenemos la menor idea. No lo vemos, no lo sabemos, no lo vivimos, entonces es por eso que lo hacemos.

Concluyo preguntándome ¿ese consumo, eso que hacemos por “necesidad”, vale la pena?

martes, 12 de junio de 2012

Reflexiones Cotidianas 2: La Cosmo-ilógica



La semana pasada vi nuevamente en las noticias que ocurrió en Costa Rica otro femicidio ; “hombre mató a su ex pareja y seguidamente se quitó la vida”. Luego de presentar la noticia, se discutió cómo proteger mejor a las mujeres que sufren de agresión para que estas tragedias no sucedan.

Por supuesto yo, al igual que quizás la mayoría del país, he reflexionado sobre cómo evitar estos desastres. Siempre pienso en cómo proteger a las víctimas directas, en este caso a las mujeres. Pero, ¿cómo protegemos a los agresores? Ellos también mueren, también son víctimas, ¿cómo lograr que no destruyan su vida y la de otra persona?

Éstas son personas que no les importa morir con tal de acabar con la vida de quien “aman”. Consecuentemente, es sabido que la solución al problema no son más años de cárcel o leyes más rápidas. Es encontrar las causas de estas acciones y eliminarlas.

Siempre he pensado que todos somos protagonistas de una sociedad machista, por ende, todos somos víctimas y victimarios. Hay señales que son muy evidentes como la violencia doméstica, la discriminación laboral, el acoso sexual… Mientras que hay otras un poco disfrazadas (no totalmente) y para mí el ejemplo por excelencia es lo que llamo La Cosmo-ilógica.

La Cosmo-ilógica hace alusión a todas las revistas “para mujeres” similares a Cosmopolitan.

Para demostrar mi punto, tomé como referencia una Cosmopolitan que había en mi casa: “Cosmopolitan En Español, Enero 2010” (un poco desactualizada).

Irónicamente, lo directores generales de estas revistas “para mujeres” son hombres. Pareciera que intentan moldear el comportamiento de lo que para ellos es la “la mujer ideal”.

La tabla de contenido comprende una gran lista de “Belleza y Moda” que enumera las distintas formas para lograr que todas las mujeres nos veamos igual: piernas largas, melena abundante, cintura diminuta, abdomen plano, senos erguidos, dientes artificialmente blancos, cutis de porcelana y por supuesta muy “hot”.

Seguidamente, hay una sección de “Amor, deseo y pasión”, ingenuamente  podemos pensar que contiene consejos para que la mujer disfrute más de su vida sexual, pero no. Comprende una serie de recomendaciones para “volverlo loco en la cama.”

Al llegar a al página 9, me encontré con los “Cosmo mandamientos, 10 comentarios que NO debes hacer frente a sus amigos”. Una lista de 10 cosas que una novia nunca debe decir cuando está junto a los amigos(hombres por supuesto) de su pareja.



Podría analizar cada uno de los 10 Cosmo mandamientos, pero ellos hablan por sí mismos. Algunos de los que más me impactaron:


Un hombre no es hombre si es sensible y brinda muestras de cariño hacia las personas que quiere. De hacerlo, será humillado frente a sus amigos.


Las mujeres debemos darle a nuestras parejas mucho amor y cariño. Pero aparentemente no tenemos derecho de recibir lo mismo por parte de ellos. 

 Las mujeres somos menos, por ende, debemos ganar menos. Es sumamente vergonzoso tanto para el hombre como para la mujer, que ella gane más. Es quizás una causa de separación.

Estas revistas no las compran los hombres… las compramos las mujeres. Millones de mujeres alrededor del mundo pagamos para leer esta basura que nos desvaloriza y nos hace permisivas a conductas que nos destruyen. No solamente nos destruyen a nosotras, contaminan el resto de nuestra sociedad. Los hombres también sufren. Se espera de ellos comportamientos irracionales y poco naturales como no llorar, valentía absurda, desinterés por ciertos campos (danza, estética, nutrición…) interés obligado por otros (deportes, defensa personal… ), mejor posición profesional y económica que la mujer, deseo sexual vivo 24 horas al días, 7 días a la semana , 365 días al año … ¿Cómo vamos alzar igualdad con éstos perfiles que todos impulsamos?






lunes, 30 de abril de 2012

Reflexiones cotidianas 1: la culpabilidad inherente


Hace poco tiempo, escuché la frase “yo a usted no me la merezco”. Este comentario me resultó muy extraño y causó muchas interrogantes. ¿Qué hace a alguien decir algo así? Dentro de una serie de posibilidades está sin duda, el hecho de que fueran palabras poco sinceras(muy probable), un autoestima destruido… o una infinidad de razones.

Pasando a segundo plano resolver el misterio de esa persona específica, al hablar con mis allegados y al observar mi alrededor, me di cuenta lo recurrente que se torna esta concepción de merecer o no merecer en nuestra realidad: “Yo me merezco este trabajo”, “¿por qué me pasa a mí? Yo no me merecía eso.”

Si vamos a entrar en esta lógica, ¿quién en realidad se merece lo que tiene o vive?
¿Un violador merece morir en la cárcel por sus crímenes, pero merecía él ser violado a los 5 años?

Sea positivo o negativo, ¿por qué creemos que las situaciones de la vida se rigen bajo un orden de justicia? Creo que este pensamiento tiene un bagaje religioso/patriarcal y lo domina uno de los sentimiento menos funcionales: la culpa.

“La culpa religiosa” es inútil por que no es el resultado de una acción, es un sentimiento que nos castiga mentalmente por hacer algo que creemos que esta mal sin embargo, lo hacemos.  Peor aún, muchas veces, nos culpamos por vivir algo que la causa está totalmente fuera de nuestras manos.

Nos sentimos constantemente culpables por lo que vivimos o hacemos vivir a los demás. Pero ¿qué hacemos con la culpa? Estar consientes de las consecuencias de nuestros actos es muy diferente a sentirnos culpables.

La responsabilidad de asumir las consecuencias de cada acción debería ser el sentimiento que rige nuestras vidas, no un sentimiento inútil que nunca se transforma en hechos.

Vivimos en una sociedad que nos llena de ataduras y no nos deja vivir con una mente libre. Esto hace que resulte sumamente difícil consolidar relaciones humanas genuinas y sanas.

Hay sentimientos, corrientes ideológicas y costumbres que influyen las vivencias y decisiones diarias y no nos damos cuenta que están ahí. Muchas veces creemos que nos hemos desvinculado de estas pero no es así. Liberar nuestra mente debe ser un ejercicio constante y la culpa es uno de los mayores obstáculos.

martes, 24 de abril de 2012

Mis anhelos antropológicos



Soy el producto de una madre costarricense y un padre libanés. Crecí en el campus de la Universidad EARTH situada en el caribe de Costa Rica, esta es una comunidad multicultural con personas de toda América Latina y algunos otros lugares del mundo. Mis amigos de infancia provienen de México, El Salvador, Nepal, Perú, Honduras, Panamá y Canadá. Crecí comiendo su comida, escuchando su música y adsorbiendo sus tradiciones y acentos .  Podrían calificar mi hogar como un “No lugar” a pesar de que para mí, mis hermanos y mis vecinos nuestra comunidad es lo más cercano que tuvimos a un barrio. Sin duda, es una burbuja artificial, lejos de reflejar la realidad de lo que pasa afuera. Es quizás la realidad que deseáramos en el mundo y como lo hemos vivido en nuestro “hogar” , pensamos que es posible que el planeta entero sea así: armonioso, pacífico, limpio, hermosamente verde.

A la edad de dieciséis, viví junto a mi familia en Beirut; donde experimenté el complejo contexto étnico y religioso en el cual viven los libaneses. Fui testigo de una desigualdad económica que me impactó profundamente. Nunca había visto tanta riqueza y lujo mezclado con tanta pobreza y marginalización.

Durante mi estancia en Beirut, solía visitar cada semana los campos de refugiados palestinos Sabra y Shatila, tristemente célebres por una de las peores masacres del la década de los ochentas. Asistí como voluntaria para ayudar en la educación de niños, niñas y algunos adolescentes. Durante ese tiempo pude observar como sobrevivían  miserablemente dentro de los campos, conscientes de sus pocas posibilidades y esperanzas que les tenía (y aun tiene) el futuro. No importaba que tan inteligentes eran o qué deseaban ser cuando crecieran, no habían muchas opciones de  éxito fuera de los campos. Estaban condenados a pasar el resto de sus vidas como refugiados.

La experiencia en el campo de refugiados me hizo cuestionar nuestra sociedad y contribuyó a determinar mi decisión de estudiar Antropología. ¿Cómo es posible que comunidades enteras viven desposeídas incluso de sus propias vidas y futuro, y el resto de nosotros continuamos viviendo totalmente desinteresados?

Cuando regresé a Costa Rica, ingresé a la Universidad de Costa Rica, donde años después me gradué de Antropología Social.


Quizás el hecho haber crecido en el Caribe me inspiró a  estudiar la cultura Afro. Como consecuencia, hice mi tesis de graduación en la comunidad de Cahuita (un pequeño pueblo ubicado en la costa caribeña de mi país). La tesis trata sobre un análsis de la realidad de los jóvenes por medio de la música que escuchan. La investigación explora las preocupaciones y  expectativas por medio del lenguaje de la música.

Durante mi trabajo de campo, me di cuenta que los niños del campo de refugiados en Líbano y los jóvenes de Cahuita tenían mucho en común. Sin duda había marcadas diferencias, como el hecho de que unos se desenvolvían en un ambiente urbano –los palestinos- y los otros tenían un estilo de vida costeño y tropical-los cahuitenses- . Además, la religión y el estilo conservador tiene más protagonismo en los campos de refugiados del Medio Oriente que en el pueblo caribeño asimismo, la diva musical árabe es personificada por Fairuz , la cual comparte poco con Bob Marley. Sin embargo, ambos comunidades sufren las mismas dificultades sociales como violencia, pobreza e injusticia.

Así como los campos de refugiados en Líbano, la población afro caribeña de Costa Rica, ha sido marginalizada durante décadas. Desde su llegada a Costa Rica, la población afro descendiente fue forzada a trabajar por una compensación mínima, restringida de salir de su provincia y sujeta a un racismo institucionalizado.


A pesar de que, los jóvenes palestinos y cahuitenses  que conocí   son muy talentosos y poseen tradiciones valiosas,  carecen de oportunidades para prosperar. Por diversas razones han sido excluidos del interés común de sus países, y no han sido integrados al contexto nacional. 

Creo firmemente que las soluciones a este y muchos otros casos similares deben existir y ejecutarse. Quizás es por el lugar donde crecí o por la profesión que estudié.

Muchas veces nos decimos que por ser antropólogos no debemos creer que podemos solucionar problemas sociales. Pero no puedo evitar sentirme frustrada cada vez que estudio una comunidad y no puedo recomendar una respuesta eficiente para sus problemas. Es como diagnosticar una enfermedad y decir que interesa encontrar la cura. 

¿Por qué como antropologos creemos incorrecto buscar acciones?

Para concluir quisiera citar a mi profesora  de Introducción de Antropología, pues creo que sus palabras resumen de mejor manera lo que quiero decir. “Si los científicos sociales, los encargados de estudiar la sociedad y que dependemos de la existencia de los otros no estamos interesados en ayudar a los otros ¿quién lo va  hacer?”