viernes, 15 de octubre de 2010

La muerte: un tipo de nomadismo

El sábado 9 de Octubre emigró a otra parte uno de mis mejores amigos. Tenía 25 años y lo conozco desde que tengo 7 años. Fuimos descubriendo el mundo juntos, compartiendo cada experiencia. Tuvimos una amistad que poca gente logra vivir. Normalmente cuando le sucede esto a personas a las que uno ama tanto nos hacemos un sinfín de preguntas que obviamente nunca llegan a tener respuesta. Inevitablemente, como antropóloga me cuestioné si el dolor tan intenso que siento se debe a la manera de cómo nuestra sociedad ha manejado el tema de la muerte. Es sin duda un tabú, que como otros argumentos son discutidos superficialmente y  cuando suceden, las consecuencias son en su mayoría desfavorables para nuestra vida. Es por ello que, a propósito de esta experiencia hice una reflexión de cómo manejamos la muerte dentro de nuestra realidad y llegué a algunas conclusiones.

El ser humano nace y muerte. En este lapso puede que coma mucho o coma poco, puede que se reproduzca o que no se reproduzca, puede que sea feliz o infeliz…. pero siempre va a morir. Sin embargo, nuestra cultura se ha enfocado a evitar lo único que es inevitable: la muerte. Creo  que es sensato desde una descripción emic preguntarme ¿Por qué nos regimos bajo estas ideas tan incoherentes? No quiero ser malinterpretada, no estoy en contra de hacer las vidas más largas. Solamente me cuestiono sino sería más apto y sano enriquecer nuestras costumbres con las presencia de la muerte y no cargar la cotidianidad de miedos y misterios sobre un hecho tan natural. La mayoría de instituciones que estudian la calidad de vida de los seres humano usan dentro de los parámetros la “esperanza de vida” que es la cantidad de años que vive una población. Siento que también esta medida es la que se utiliza en nuestra sociedad para la convivencia del día a día: cómo hacer que la muerte nunca llegue. ¿Pero cuánto le entregamos a la vida mientras tanto? Por qué no centramos las tradiciones en construir nuestra identidad individual y colectiva, hacer mejor la convivencia, dar amor, ser tolerantes,  hacer felices a los demás, hacernos felices a nosotros mismos pero mientras vivamos.  

Diego tuvo una “esperanza de vida” muy corta, pero una “calidad de vida” (dentro de este mi nuevo parámetro) de las más altas que he conocido, pudo hacer todas de las anteriores. ¿Cuántas personas conocemos que logren esto a los 25 años?

2 comentarios:

  1. Laylita, como sabes, acabo de descubrir tu blog y ya siento que me va a encantar "leerte". Tus imágenes y letras reflejan tu sensibilidad.

    El siguiente es un texto que copié de http://www.vincetmanu.com/tradiciones_bolivia/todos_santos.asp. Es un texto sencillo que describe la muerte desde la cosmovisión andina, es decir, como esa amalgama generosa con la vida. Sus enseñanzas: todo lo que comienza termina, pero ese término es aparente (o relativo) porque la "muerte" de una etapa es el "nacimiento" de otra; y la vida y sus fases como un proceso circular con ciertos períodos radiantes y otros de oscuridad. Sospecho que Diego ahora está (re)descubriendo este proceso.

    ...

    La tradición de Todos Santos (1 de noviembre). En la tradición pre-colonial, cuando una persona muere, su alma (nuna) va a reunirse con el Urkhu Pacha, mundo de abajo. En este mundo subterráneo, un mundo al revés, las almas viven el ciclo de su vida al revés, ellas nacen viejas para morir joven y volver a vivir en el mundo de los vivos. La muerte entonces no es ninguna ruptura, sino una etapa del ciclo de la vida, al contrario de la visión linear de la vida en la religión cristiana. Cada año, las almas vuelven a visitar el mundo de los vivos para ver si su recuerdo perdura. En el calendario pre-colonial, esta fiesta tradicional a los difuntos cae al final de la época seca (todas las fiestas y ritos andinos están vinculados al calendario agrícola), las almas de los muertos vuelven para abastecerse de lo que preparan los vivos después de un periodo de restricciones. Las almas llegan con un buen apetito y una sed inextinguible. Los vivos les preparan comidas y bebidas, mayormente lo que les gustaba más al difunto. Este acto demuestra de nuevo la importancia de la reciprocidad en la sociedad andina: los vivos alimentan a los difuntos cuyos huesos están secando bajo el sol de noviembre y los muertos intervienen para que la tierra permita buenas cosechas, y sobretodo que las lluvias, que empiezan a mediados de noviembre, sean abundantes. Se habla de rito de inversión.

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  2. Georgina
    Que linda perspectiva de ver la vida. Ahora quiero averiguar más sobre la cultura andina que por cierto siempre me ha llamado mucho la atención. Gracias por compartirlo conmigo.
    Un abrazo grande

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